TIEMPO LITERARIO DE LA OBRA:
La hebra de la historia que hábilmente entrecruza Zavaleta, se llama enajenación de los sentimientos. Para ello, define el hilo pilar: la despersonalización de la persona. Es decir, Juana no se rebela por sí misma, sino mediante las palabras de su último propietario, el profesor que le cuenta cómo es ella:
"Una noche, después de lavar las ollas y ensartar un trozo de carne en el alambre a la intemperie, tendiste en el suelo tu cama de pellejos, donde no tardarías en morir hasta resucitar mañana bien temprano(...) De repente se abre la puerta y entra algo así como un monstruo con la vela encendida; coges el hacha de partir la carne y sin duda diste un grito. Tu viejo patrón estaba ahí con el lamparín de kerosene y finalmente te arrolló y te dejó sin hacha, cogiéndote de los pelos(...)".
"Una noche, después de lavar las ollas y ensartar un trozo de carne en el alambre a la intemperie, tendiste en el suelo tu cama de pellejos, donde no tardarías en morir hasta resucitar mañana bien temprano(...) De repente se abre la puerta y entra algo así como un monstruo con la vela encendida; coges el hacha de partir la carne y sin duda diste un grito. Tu viejo patrón estaba ahí con el lamparín de kerosene y finalmente te arrolló y te dejó sin hacha, cogiéndote de los pelos(...)".
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